Friday, 9 March 2012

FEUDO-CAPITALISMO

By R. Criso

La expresión la utiliza “comité espartaco”. Parece afectada de vehemencia vejatoria. Pero es muy ajustada semánticamente. España está viviendo un golpe de estado de una fracción muy añeja de su sociedad. De hecho, es tan antigua e influyente esta categoría social, que no puede hablarse exactamente de un “golpe de estado” contra un régimen general, sino de una reentrada en fuerza en el gobierno. Esta categoría de indeseables siempre ha estado ahí, para infortunio de la nación. Hoy contraataca los avances sociales producto de las revoluciones del XX, envueltos, o rearmados, superficialmente –porque ellos mismos son intelectualmente incapaces de comprender una ideología en cuestión que en sí misma no da para más- con esa amalgama de fisiocracia y economía neoclásica maltusiana sazonada con veneno luterano sacado de contexto (mercantilista) para alineación neoimperialista de proletarios y “empresarios” botarates. 

La fisiocracia es la elaboración político-económica que utilizó la aristocracia bananera europea desde el siglo XVIII para combatir reaccionariamente a la burguesía progresista industrial y desarrollista que, entonces, abrumaba con sus logros productivos. Habían perdido muchas batallas, pero una nueva fase de globalización y saqueo colonialista de materias primas, por entonces, les revitalizó. En realidad, más que capitalistas, estos comerciantes de materias primas y servicios sin valor añadido, eran feudales, aristócratas terratenientes, que, lógicamente, despreciaban cualquier iniciativa local de proteccionismo y competencia imperfecta que les impidiera abastecer al más alto precio la demanda de los centros industriales europeos. Los feudales eran típicamente retrógrados en lo que respecta a las innovaciones en ciencia y humanidades (que, en realidad, iban de la mano), particularmente piadosos y teocráticos, y estaban siempre cerca de las hogueras donde se quemaban filósofos. En España, su irrupción sensacional fue en calidad de verdugos del pueblo alzado contra la sevicia rapiñadora de la corte flamenca, y después germánica, de Carlos V de Alemania, durante la Guerra de las comunidades de Castilla, o Revuelta comunera (1520-21), la primera revolución moderna europea. 

Por supuesto, estos Grandes de España no sabían que sus descendientes, triunfales en este país, acabarían comprendiendo (tal ha sido su pereza e incapacidad cognitiva), hacia el siglo XX-XXI, que lo suyo era la fisiocracia ultraliberal, colaborar como lacayos con los países industrializados, ser cabeza de ratón, y no cola de león –¡eso sí, como recompensa, qué plácida holgazanería de 500 años! Una vez que se ocuparon de aniquilar el movimiento nacionalista comunero político, se dedicaron a socavar su base económica pro-desarrollo industrial, con tal saña, que incluso se opusieron a que Carlos I (V) primeramente vinculado (en todos los sentidos, también financiero) a los poderosos burgueses flamencos, holandeses y en parte, alemanes, protegiera la industria peninsular de las ambiciones librecambistas de los exportadores de más al norte de Europa. Nuestros feudales, capitalistas exportadores de materias primas, anti-desarrollistas vocacionales y veniales, sólo pensaban en su talega, en abaratar al máximo sus compras de manufacturas, aunque tuvieran que pasar por encima del cadáver de su propia nación. A finales del Siglo de Oro, la industria española estaba exangüe para 4 siglos más. 

Nuestros capitalistas arrambladores, exportadores de vinos, aceites, metales (también del oro y la plata que enriqueció a la Hansa), trigos y lana -que Inglaterra quiso comprar y quemar para que no alimentara la industria europea competidora, la suya tasada para no escapar de su industria-, vuelven a pronunciarse como felones en la guerra de sucesión, entregándose después a Napoleón sin luchar, en alguna guerra civil carlista tardía, en la Restauración anti-republicana, en la dictadura de Primo de Rivera, con el franquismo y, después, en la versión provinciana del social-traidor Ebert en Alemania, Felipe González, pero en los modernos años de la transición y el buen rollito, que apenas ocultaba que estos fisiócratas estaban, de nuevo, arrasando la industria nacional de España para lucro y victoria mercantilista del luteranismo neoliberal del futuro IV Reich germano. 

Hasta hoy, cuando, destruida la industria pesada en los 80, la competitividad en los 90, y la humareda del ladrillo entre los 90 y 2009, no queda más que la liquidación por rebajas, exportar el saldo final, paquetes turísticos, el sol, vender la tierra, los recursos humanos (científicos, los primeros), el espectáculo de las corridas, los casinos, el blanqueo de dinero, la droga, la prostitución, es decir, materias lo más primarias posibles, en buena congruencia con los antepasados de sangre azul, con los feudales que se han encargado de hacerle el trabajo sucio, con muchas heroicas resistencias por cierto, a las potencias extranjeras. No es de extrañar que España sea el país más dado a la pedofilia, y el más avanzado en derechos sodomitas, o el más consumidor de cocaína, y muy corrupto (la corrupción es imprescindible para doblegar la voluntad de los constantes intentos de los muchos desfavorecidos, en esta fiesta liberal, por organizar elites de líderes con que detener el abuso)... 

El futuro de España cada vez se parece más al presente de Nueva España, Méjico, cada vez más estrangulado, vaciado y reventado por el liberalismo de sus vecinos del norte, donde la mayoría de la población solo es carne de casquería para la emigración, el turismo, la mano de obra a saldo y la droga, y cuya única esperanza es la resistencia tenaz de la población contra el caos y los clanes feudales capitalistas conchabados con el imperialismo disfrazado de inevitable y promesa. Un eterno proto-capitalismo de más de 500 años de necedades, superstición y promesas delirantes.

Workers of the World, Unite!

¡Reciprocidad! ¡Repatriación! ¡Revolución!

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