Friday, 4 May 2012
Thursday, 3 May 2012
Wednesday, 2 May 2012
El Justiprecio
Los Caciques Ajusticiados.
Si los caciques no fueran seres tan repugnantes y despreciables, sus angustias y congojas ante los soplamocos y sopapos que reciben a manos, no ya del del socialismo, sino de su amado capitalismo, darían pena. Pero semejante escoria liberal, solo puede levantar las más violentas ansias de justicia vengadora, castigo y destrucción en cualquier observador neutral, por no hablar del proletariado.
Esta chusma ignara, apocada y zafia, lo peor que ha podido producir un Antiguo Régimen Asiático podrido e improductivo, no solo carece del más elemental conocimiento político y diplomático (una diplomacia que, como el resto del Estado pero en una mayor medida, aún permanece secuestrada en sus sucias garras), sino que ni siquiera entiende el simple funcionamiento de un capitalismo del que se dicen fanáticos seguidores. Estos espoliques pinchaúvas de la trola liberal, llenos de hueras amenazas y presuntuosos amagos a los que nadie hace caso, constituyen una casta y un desgobierno de pilinguis y pelanas que, un verdadero pueblo ajusticiaría públicamente para redimir y expiar la culpa de haber permitido que semejante turba haya podido controlar sus destinos por tanto tiempo.
N.B: Censurado en elpais.com y kaosenlared.net
Workers of the World, Unite!
¡Reciprocidad! ¡Repatriación! ¡Revolución!
La España Revolucionaria
By Karl Marx
La revolución en España ha adquirido ya el carácter de situación permanente hasta el punto de que, como nos informa nuestro corresponsal en Londres, las clases adineradas y conservadoras han comenzado a emigrar y a buscar seguridad en Francia. Esto no es sorprendente; España jamás ha adoptado la moderna moda francesa, tan extendida en 1848, consistente en comenzar y realizar una revolución en tres días. Sus esfuerzos en este terreno son complejos y más prolongados. Tres años parecen ser el límite más corto al que se atiene, y en ciertos casos su ciclo revolucionario se extiende hasta nueve. Así, su primera revolución en el presente siglo se extendió de 1808 a 1814; la segunda, de 1820 a 1823, y la tercera, de 1834 a 1843. Cuánto durará la presente, y cuál será su resultado, es imposible preverlo incluso para el político más perspicaz, pero no es exagerado decir que no hay cosa en Europa, ni siquiera en Turquía, ni la guerra en Rusia, que ofrezca al observador reflexivo un interés tan profundo como España en el presente momento.
Los levantamientos insurreccionales son tan viejos en España como el poderío de favoritos cortesanos contra los cuales han sido, de costumbre, dirigidos. Así, a finales del siglo XIV, la aristocracia se rebeló contra el rey Juan II y contra su favorito don Álvaro de Luna. En el XV se produjeron conmociones más serias contra el rey Enrique IV y el jefe de su camarilla, don Juan de Pacheco, marqués de Villena.
En el siglo XVII, el pueblo de Lisboa despedazó a Vasconcelos, el Sartorius del virrey español en Portugal, lo mismo que hizo el de Barcelona con Santa Coloma, favorito de Felipe IV. A finales del mismo siglo, bajo el reinado de Carlos II, el pueblo de Madrid se levantó contra la camarilla de la reina, compuesta de la condesa de Barlipsch y los condes de Oropesa y de Melgar, que habían impuesto un arbitrio abusivo sobre todos los comestibles que entraban en la capital y cuyo producto se distribuían entre sí. El pueblo se dirigió al Palacio Real y obligó al rey a presentarse en el balcón y a denunciar él mismo a la camarilla de la reina. Se dirigió después a los palacios de los condes de Oropesa y Melgar, saqueándolos, incendiándolos, e intentó apoderarse de sus propietarios, los cuales tuvieron, sin embargo, la suerte de escapar a costa de un destierro perpetuo.
El acontecimiento que provocó el levantamiento insurreccional en el siglo XV fue el tratado alevoso que el favorito de Enrique IV, el marqués de Villena, había concluido con el rey de Francia, y en virtud del cual, Cataluña había de quedar a merced de Luis XI.
Tres siglos más tarde, el tratado de Fontainebleau -concluido el 27 de octubre de 1807 por el valido de Carlos IV y favorito de la reina, don Manuel Godoy, Príncipe de la Paz, con Bonaparte, sobre la partición de Portugal y la entrada de los ejércitos franceses en España- produjo una insurrección popular en Madrid contra Godoy, la abdicación de Carlos IV, la subida al trono de su hijo Fernando VII, la entrada del ejército francés en España y la consiguiente guerra de independencia. Así, la guerra de independencia española comenzó con una insurrección popular contra la camarilla personificada entonces por don Manuel Godoy, lo mismo que la guerra civil del siglo XV se inició con el levantamiento contra la camarilla personificada por el marqués de Villena. Asimismo, la revolución de 1854 ha comenzado con el levantamiento contra la camarilla personificada por el conde de San Luis.
A pesar de estas repetidas insurrecciones, no ha habido en España hasta el presente siglo una revolución seria, a excepción de la guerra de la Junta Santa en los tiempos de Carlos I, o Carlos V, como lo llaman los alemanes. El pretexto inmediato, como de costumbre, fue suministrado por la camarilla que, bajo los auspicios del virrey, cardenal Adriano, un flamenco, exasperó a los castellanos por su rapaz insolencia, por la venta de los cargos públicos al mejor postor y por el tráfico abierto de las sentencias judiciales. La oposición a la camarilla flamenca era la superficie del movimiento, pero en el fondo se trataba de la defensa de las libertades de la España medieval frente a las ingerencias del absolutismo moderno.
La base material de la monarquía española había sido establecida por la unión de Aragón, Castilla y Granada, bajo el reinado de Fernando el Católico e Isabel I. Carlos I intentó transformar esa monarquía aún feudal en una monarquía absoluta. Atacó simultáneamente los dos pilares de la libertad española: las Cortes y los Ayuntamientos. Aquéllas eran una modificación de los antiguos concilia góticos, y éstos, que se habían conservado casi sin interrupción desde los tiempos romanos, presentaban una mezcla del carácter hereditario y electivo característico de las municipalidades romanas. Desde el punto de vista de la autonomía municipal, las ciudades de Italia, de Provenza, del norte de Galia, de Gran Bretaña y de parte de Alemania ofrecen una cierta similitud con el estado en que entonces se hallaban las ciudades españolas; pero ni los Estados Generales franceses, ni el Parlamento inglés de la Edad Media pueden ser comparados con las Cortes españolas. Se dieron, en la creación de la monarquía española, circunstancias particularmente favorables para la limitación del poder real. De un lado, durante los largos combates contra los árabes, la península era reconquistada por pequeños trozos, que se constituían en reinos separados. Se engendraban leyes y costumbres populares durante esos combates. Las conquistas sucesivas, efectuadas principalmente por los nobles, otorgaron a éstos un poder excesivo, mientras disminuyeron el poder real. De otro lado, las ciudades y poblaciones del interior alcanzaron una gran importancia debido a la necesidad en que las gentes se encontraban de residir en plazas fuertes, como medida de seguridad frente a las continuas incursiones de los moros; al mismo tiempo, la configuración peninsular del país y el constante intercambio con Provenza y con Italia dieron lugar a la creación, en las costas, de ciudades comerciales y marítimas de primera categoría.
En fecha tan remota como el siglo XIV, las ciudades constituían ya la parte más potente de las Cortes, las cuales estaban compuestas de los representantes de aquéllas juntamente con los del clero y de la nobleza. También merece ser subrayado el hecho de que la lenta reconquista, que fue rescatando el país de la dominación árabe mediante una lucha tenaz de cerca de ochocientos años, dio a la península, una vez totalmente emancipada, un carácter muy diferente del que predominaba en la Europa de aquel tiempo. España se encontró, en la época de la resurrección europea, con que prevalecían costumbres de los godos y de los vándalos en el norte, y de los árabes en el sur.
Cuando Carlos I volvió de Alemania, donde le había sido conferida la dignidad imperial, las Cortes se reunieron en Valladolid para recibir su juramento a las antiguas leyes y para coronarlo. Carlos se negó a comparecer y envió representantes suyos que habían de recibir, según sus pretensiones, el juramento de lealtad de parte de las Cortes. Las Cortes se negaron a recibir a esos representantes y comunicaron al monarca que si no se presentaba ante ellas y juraba las leyes del país, no sería reconocido jamás como rey de España. Carlos se sometió; se presentó ante las Cortes y prestó juramento, como dicen los historiadores, de muy mala gana. Las Cortes con este motivo le dijeron: «Habéis de saber, señor, que el rey no es más que un servidor retribuido de la nación».
Tal fue el principio de las hostilidades entre Carlos I y las ciudades. Como reacción frente a las intrigas reales, estallaron en Castilla numerosas insurrecciones, se creó la Junta Santa de Ávila y las ciudades unidas convocaron la Asamblea de las Cortes en Tordesillas, las cuales, el 20 de octubre de 1520, dirigieron al rey una «protesta contra los abusos». Éste respondió privando a todos los diputados reunidos en Tordesillas de sus derechos personales. La guerra civil se había hecho inevitable. Los comuneros llamaron a las armas: sus soldados, mandados por Padilla, se apoderaron de la fortaleza de Torrelobatón, pero fueron derrotados finalmente por fuerzas superiores en la batalla de Villalar, el 23 de abril de 1521. Las cabezas de los principales «conspiradores» cayeron en el patíbulo, y las antiguas libertades de España desaparecieron.
Diversas circunstancias se conjugaron en favor del creciente poder del absolutismo. La falta de unión entre las diferentes provincias privó a sus esfuerzos del vigor necesario; pero Carlos utilizó sobre todo el enconado antagonismo entre la clase de los nobles y la de los ciudadanos para debilitar a ambas. Ya hemos mencionado que desde el siglo XIV la influencia de las ciudades predominaba en las Cortes, y desde el tiempo de Fernando el Católico, la Santa Hermandad había demostrado ser un poderoso instrumento en manos de las ciudades contra los nobles de Castilla, que acusaban a éstas de intrusiones en sus antiguos privilegios y jurisdicciones. Por lo tanto, la nobleza estaba deseosa de ayudar a Carlos I en su proyecto de supresión de la Junta Santa. Habiendo derrotado la resistencia armada de las ciudades, Carlos se dedicó a reducir sus privilegios municipales y aquéllas declinaron rápidamente en población, riqueza e importancia; y pronto se vieron privadas de su influencia en las Cortes. Carlos se volvió entonces contra los nobles, que lo habían ayudado a destruir las libertades de las ciudades, pero que conservaban, por su parte, una influencia política considerable. Un motín en su ejército por falta de paga lo obligó en 1539 a reunir las Cortes para obtener fondos de ellas. Pero las Cortes, indignadas por el hecho de que subsidios otorgados anteriormente por ellas habían sido malgastados en operaciones ajenas a los intereses de España, se negaron a aprobar otros nuevos. Carlos las disolvió colérico; a los nobles que insistían en su privilegio de ser eximidos de impuestos, les contestó que al reclamar tal privilegio, perdían el derecho a figurar en las Cortes, y en consecuencia los excluyó de dicha asamblea.
Eso constituyó un golpe mortal para las Cortes, y desde entonces sus reuniones se redujeron a la realización de una simple ceremonia palaciega. El tercer elemento de la antigua constitución de las Cortes, a saber, el clero, alistado desde los tiempos de Fernando el Católico bajo la bandera de la Inquisición, había dejado de identificar sus intereses con los de la España feudal. Por el contrario, mediante la Inquisición, la Iglesia se había transformado en el más potente instrumento del absolutismo.
Si después del reinado de Carlos I la decadencia de España, tanto en el aspecto político como social, ha exhibido esos síntomas tan repulsivos de ignominiosa y lenta putrefacción que presentó el Imperio Turco en sus peores tiempos, por lo menos en los de dicho emperador las antiguas libertades fueron enterradas en una tumba magnífica. En aquellos tiempos Vasco Núñez de Balboa izaba la bandera de Castilla en las costas de Darién, Cortés en México y Pizarro en el Perú; entonces la influencia española tenía la supremacía en Europa y la imaginación meridional de los iberos se hallaba entusiasmada con la visión de Eldorados, de aventuras caballerescas y de una monarquía universal.
Así la libertad española desapareció en medio del fragor de las armas, de cascadas de oro y de las terribles iluminaciones de los autos de fe.
Pero, ¿cómo podemos explicar el fenómeno singular de que, después de casi tres siglos de dinastía de los Habsburgo, seguida por una dinastía borbónica -cualquiera de ellas harto suficiente para aplastar a un pueblo-, las libertades municipales de España sobrevivan en mayor o menor grado? ¿Cómo podemos explicar que precisamente en el país donde la monarquía absoluta se desarrolló en su forma más acusada, en comparación con todos los otros Estados feudales, la centralización jamás haya conseguido arraigar? La respuesta no es difícil. Fue en el siglo XVI cuando se formaron las grandes monarquías. Éstas se edificaron en todos los sitios sobre la base de la decadencia de las clases feudales en conflicto: la aristocracia y las ciudades. Pero en los otros grandes Estados de Europa la monarquía absoluta se presenta como un centro civilizador, como la iniciadora de la unidad social. Allí era la monarquía absoluta el laboratorio en que se mezclaban y amasaban los varios elementos de la sociedad, hasta permitir a las ciudades trocar la independencia local y la soberanía medieval por el dominio general de las clases medias y la común preponderancia de la sociedad civil. En España, por el contrario, mientras la aristocracia se hundió en la decadencia sin perder sus privilegios más nocivos, las ciudades perdieron su poder medieval sin ganar en importancia moderna.
Desde el establecimiento de la monarquía absoluta, las ciudades han vegetado en un estado de continua decadencia. No podemos examinar aquí las circunstancias, políticas o económicas, que han destruido en España el comercio, la industria, la navegación y la agricultura.
Para nuestro actual propósito basta con recordar simplemente el hecho. A medida que la vida comercial e industrial de las ciudades declinó, los intercambios internos se hicieron más raros, la interrelación entre los habitantes de diferentes provincias menos frecuente, los medios de comunicación fueron descuidados y las grandes carreteras gradualmente abandonadas. Así, la vida local de España, la independencia de sus provincias y de sus municipios, la diversidad de su configuración social, basada originalmente en la configuración física del país y desarrollada históricamente en función de las formas diferentes en que las diversas provincias se emanciparon de la dominación mora y crearon pequeñas comunidades independientes, se afianzaron y acentuaron finalmente a causa de la revolución económica que secó las fuentes de la actividad nacional. Y como la monarquía absoluta encontró en España elementos que por su misma naturaleza repugnaban a la centralización, hizo todo lo que estaba en su poder para impedir el crecimiento de intereses comunes derivados de la división nacional del trabajo y de la multiplicidad de los intercambios internos, única base sobre la que se puede crear un sistema uniforme de administración y de aplicación de leyes generales. La monarquía absoluta en España, que solo se parece superficialmente a las monarquías absolutas europeas en general, debe ser clasificada más bien al lado de las formas asiáticas de gobierno. España, como Turquía, siguió siendo una aglomeración de repúblicas mal administradas con un soberano nominal a su cabeza.
El despotismo cambiaba de carácter en las diferentes provincias según la interpretación arbitraria que a las leyes generales daban virreyes y gobernadores; si bien el gobierno era despótico, no impidió que subsistiesen las provincias con sus diferentes leyes y costumbres, con diferentes monedas, con banderas militares de colores diferentes y con sus respectivos sistemas de contribución. El despotismo oriental sólo ataca la autonomía municipal cuando ésta se opone a sus intereses directos, pero permite con satisfacción la supervivencia de dichas instituciones en tanto que éstas lo descargan del deber de cumplir determinadas tareas y le evitan la molestia de una administración regular.
Así ocurrió que Napoleón, que, como todos sus contemporáneos, consideraba a España como un cadáver exánime, tuvo una sorpresa fatal al descubrir que, si el Estado español estaba muerto, la sociedad española estaba llena de vida y repleta, en todas sus partes, de fuerza de resistencia.
Mediante el tratado de Fontainebleau había llevado sus tropas a Madrid; atrayendo con engaños a la familia real a una entrevista en Bayona, había obligado a Carlos IV a anular su abdicación y después a transferirle sus poderes; al mismo tiempo había arrancado ya a Fernando VII una declaración semejante. Con Carlos IV, su reina y el Príncipe de la Paz conducidos a Compiègne, con Fernando VII y sus hermanos encerrados en el castillo de Valençay, Bonaparte otorgó el trono de España a su hermano José, reunió una Junta española en Bayona y le suministró una de sus Constituciones previamente preparadas. Al no ver nada vivo en la monarquía española, salvo la miserable dinastía que había puesto bajo llaves, se sintió completamente seguro de que había confiscado España. Pero pocos días después de su golpe de mano recibió la noticia de una insurrección en Madrid, Cierto que Murat aplastó el levantamiento matando cerca de mil personas; pero cuando se conoció esta matanza, estalló una insurrección en Asturias que muy pronto englobó a todo el reino. Debe subrayarse que este primer levantamiento espontáneo surgió del pueblo, mientras las clases «bien» se habían sometido tranquilamente al yugo extranjero.
De esta forma se encontraba España preparada para su reciente actuación revolucionaria, y lanzada a las luchas que han marcado su desarrollo en el presente siglo. Los hechos e influencias que hemos indicado sucintamente actúan aún en la creación de sus destinos y en la orientación de los impulsos de su pueblo. Los hemos presentado porque son necesarios, no sólo para apreciar la crisis actual, sino todo lo que ha hecho y sufrido España desde la usurpación napoleónica: un período de cerca de cincuenta años, no carente de episodios trágicos y de esfuerzos heroicos, y sin duda uno de los capítulos más emocionantes e instructivos de toda la historia moderna.
New York Daily Tribune,
9 de septiembre de 1854.
Escrito: En 1854.
Primera edición: New York Daily Tribune, 9 de septiembre de 1854.
Esta Edición: Marxists Internet Archive, noviembre de 2000.
Primera edición: New York Daily Tribune, 9 de septiembre de 1854.
Esta Edición: Marxists Internet Archive, noviembre de 2000.
*****
Workers of the World, Unite!
¡Reciprocidad! ¡Repatriación! ¡Revolución!
Dos de Mayo 1808: Bando de los Alcaldes de Móstoles contra el Imperialismo y la Traición Caciquil...!!!
Bando de los Alcaldes de Móstoles
"Señores Justicias de los pueblos a quienes se presentase este oficio, de mí el Alcalde de Móstoles:
Es notorio que los franceses apostados en las cercanías de Madrid y dentro de la Corte, han tomado la defensa, sobre este pueblo capital y las tropas españolas; de manera que en Madrid está corriendo a esta hora mucha sangre; como españoles es necesario que muramos por el Rey y por la Patria, armándonos contra unos pérfidos que so color de amistad y alianza nos quieren imponer un pesado yugo, después de haberse apoderado de la augusta persona del Rey; procedamos, pues, a tomar las activas providencias para escarmentar tanta perfidia, acudiendo al socorro de Madrid y demás pueblos y alentándonos, pues no hay fuerzas que prevalezcan contra quien es leal y valiente, como los españoles lo son.
Dios guarde a Vuestras Mercedes muchos años.
Móstoles dos de Mayo de mil ochocientos y ocho.
Andrés Torrejón. Simón Hernández".
N.B: Censurado en elpais.com
N.B: Censurado en elpais.com
*****
Workers of the World, Unite!
¡Reciprocidad! ¡Repatriación! ¡Revolución!
Tuesday, 1 May 2012
Constitución de la República de Bolivia.
SECCIÓN IV
DERECHO A LA PROPIEDAD
Artículo 56.
I. Toda persona tiene derecho a la propiedad privada individual o colectiva, siempre que ésta cumpla una función social.
II. Se garantiza la propiedad privada siempre que el uso que se haga de ella no sea perjudicial al interés colectivo.
Artículo 57. La expropiación se impondrá por causa de necesidad o utilidad pública, calificada conforme con la ley y previa indemnización justa. La propiedad inmueble urbana no está sujeta a reversión.
Workers of the World, Unite!
¡Reciprocidad! ¡Repatriación! ¡Revolución!
El Cazador Cazado
La Caciquía Expropiada o de como América Latina y China se defecan en los Naziliberales de Cortijo-España.
Una nueva expropiación golpea a la ignara, rapaz, cateta y cobarde caciquía de Cortijo-España en América Latina, es decir, en el único lugar donde su incapacidad, ineptitud, picaresca, subdesarrollo, atraso e incultura aún podían ser ocultados con la ayuda de sus parientes, las sangrientas oligarquías locales.
En el río revuelto de la globalización naziliberal, la fanática caciquía cortijera esperaba hacerse con mercados en los que movilizar su botín, fruto del robo, el saqueo y las más atroces condiciones de vida y trabajo y alargar una bacanal esclavista que ya dura demasiado, sin embargo, todos sus lamentables esfuerzos en la vanguardia del ultraliberalismo, que han hundido a Cortijo-España en la corrupción, el ladrillo improductivo, la emigración y deportación de los trabajadores nativos y el robo e importación de millones de extranjeros, han resultado en un abatimiento y postración tales que los caciques pierden el producto de su pillaje a manos del, aún frágil, socialismo.
La caciquía cortijero-epañola y sus lacayos son víctimas de una perversa ilusión, la utopía liberal o distopía del mercado libre, un bulo, un relato fantástico y una grosera manipulación de la realidad social, que solo intentaba justificar su posición de control en el sistema de explotación y una existencia a la que nunca han tenido derecho. Lo cierto es que, el mercado libre no existe y las construcciones y filfas liberales de académicos burgueses y mercaderes, solo pueden flotar en la sangre, sudor y lágrimas de unos trabajadores que intuyen el poder de un socialismo, que no es más que un arma en la guerra capitalista y de clases.
N.B: Censurado en kaosenlared.net
Workers of the World, Unite!
¡Reciprocidad! ¡Repatriación! ¡Revolución!
The Workers Holiday — May First
The Workers Holiday — May First
Comrades! Let us look carefully into the conditions of our life; let us observe that environment wherein we pass our days. What do we see? We work hard; we create unlimited wealth, gold and rich fabrics, brocade and velvet; we dig iron and coal from the bowels of the earth; we build machines, ships, castles, railways. All the wealth of the world is created by our hands, is obtained by our sweat and blood. And what reward do we receive for our hard labor? In justice we should live in fine houses, wear good clothing, and in any case not want for our daily bread. But we all know very well that our wages scarcely suffice for a bare existence. Our bosses lower the wage-rates, force us to work over-time, unjustly fine us. In a word, they oppress us in every way, and, in case of dissatisfaction on our part, they promptly discharge us. We time and time again discover that those to whom we turn for protection are friends and lackeys of our bosses. We, the workers are kept in ignorance, education is denied us, that we may not learn to struggle to improve our conditions. They hold us in bondage, discharge us on the slightest pretext, arrest and exile anyone offering resistance to oppression, forbid us to struggle. Ignorance and bondage — these are the means by which the capitalists and the Government, always at their service, keep us in subjection.
What means do we have to improve our conditions, to raise our wages, to shorten our working day, to protect ourselves from abuse, to read intelligent and useful books Everybody is against us -- the bosses (since the worse off we are, the better they live), and all their lackeys, all those who live off the bounty of the capitalists and who, at their bidding, keep us in ignorance and bandage. We can look to no one for aid; we can rely only upon ourselves. Our strength lies in union; our salvation in united, stubborn, and energetic resistance to our exploiters. They have long understood wherein lay our strength, and have attempted in all manner of ways to keep us divided, and not to let us understand that we workers have interests in common. They cut wages, not everybody’s at once, but one at a time. They put foremen over us, they introduce piece work; and, laughing up their sleeves at how we workers toil at our work, lower our wages little by little. But it’s a long lane that has no turning. There is a limit to endurance. During the past year the Russian workers have shown their bosses that slavish submission can be transformed into the staunch courage of men who will not submit to the insolence of capitalists greedy for unpaid labor.
In various towns strikes have broken out; in Yaroslavl, Taikovo, Ivanovo-Voznesensk, Belostok, Vilna, Minsk, Kiev, Moscow and other towns. The majority of the strikes ended successfully for the workers, but even unsuccessful strikes are only apparently unsuccessful. In reality they frighten the bosses terribly, cause them great losses, and force them to grant concessions for fear of a new strike. The factory inspectors also begin to get busy and notice the beams in the capitalists’ eyes. They are blind until their eyes are opened by the workers calling a strike. When in fact do the factory inspectors notice mismanagement in the factories of such influential personages as Mr. Tornton or the stockholders of the Putilov factory.
In St. Petersburg, too, we have made trouble for the bosses. The strike of the weavers at Tornton’s factory, of the cigarette workers at the Laferm and Lebedev factories, of the workers at the shoe factory, the agitation among the workers at the Kenig and Varonin factories, and among the dock workers, and finally the recent disturbances in Sestroretsk have proven that we have ceased to be submissive martyrs, and have taken up the struggle. As is well known, the workers from many factories and shops have organized the "Union of Struggle for the Emancipation of the Working Class," with the aim of exposing all abuses, of eradicating mismanagement, of fighting against the insolent oppressions of our conscienceless exploiters, and of achieving full liberation from their power. The "Union" distributes leaflets, at the sight of which the bosses and their faithful lackeys tremble in their boots. It is not the leaflets themselves which frighten them, but the possibility of our united resistance, of an exhibition of our mighty power, which we have shown them more than once. We workers of St. Petersburg, members of the "Union" invite the rest of our fellow workers to join our "Union" and to further the great cause of uniting the workers for a struggle for their own interests. It is high time for us Russian workers to break the chains with which the capitalists and the Government have bound us in order to keep us in subjection. It is high time for us to join the struggle of our brothers, the workers in other lands, to stand with them under a common flag upon which is inscribed: Workers of the World, Unite!
In France, Great Britain, Germany, and other countries, where the workers have already united in strong unions and have won many rights, they have established the 19th of April (the First of May abroad) [Before the October Revolution the Russian calendar was 13 days behind the West-European] as a general Labor holiday.
Forsaking the stuffy factories, they march in solid ranks, with bands and banners along the main streets of the towns; showing the bosses the whole might of their growing power, they gather in numerous large meetings, where speeches are delivered recounting the victories over the bosses in the preceding year, and indicating the plans for struggle in the future. Through fear of a strike, not a single factory owner fines the workers for absence from work on this day. On this day the workers also remind the bosses of their chief demand: the eight-hour working day — 8 hours work, 8 hours sleep, and 8 hours rest. This is what the workers of other countries are now demanding. There was a time, and not so long ago, when they, like we now, did not have the right to make known their needs. They, too, were crushed by want and lacked unity just as we now. But they, by stubborn struggle and heavy sacrifices, have won for themselves the right to discuss together the problems of the workers’ cause. We send our best wishes to our brothers in other lands that their struggle should quickly lead them to the desired victory, to the time when there shall be neither masters nor slaves, neither workers nor capitalists, but all alike will work and all alike enjoy life.
Comrades! If we will energetically and wholeheartedly strive to unite, the time will not be far distant when we, having joined our forces in solid ranks, will be able openly to unite in this common struggle of the workers of all lands, without distinction of race or creed, against the capitalists of the whole world. And our sinewy arm will be lifted on high and the infamous chains of bondage will fall asunder. The workers of Russia will arise, and the capitalists and the Government, which always zealously serves and aids the capitalists, will be stricken with terror!
April 19, 1896.
Union of Struggle for the Emancipation of the Working Class
Online Version: marxists.org 2000
*****
Transcription & HTML: C. FarrellOnline Version: marxists.org 2000
*****
Workers of the World, Unite!
¡Reciprocidad! ¡Repatriación! ¡Revolución!
ASI TERMINARON LOS RECORTES LIBERALES
By The European Communist Party
LAS UTOPIAS LIBERALES PURAS DE LA FISIOCRACIA LLEVADAS, DESPOTICAMENTE, A LA POLITICA DESDE LOS AÑOS 60 DEL SIGLO XVIII, DESEMBOCARON EN UNA OLEADA REVOLUCIONARIA POPULAR EN EL MUNDO: MOTIN DE ESQULACHE EN ESPAÑA, REVOLUCION AMERICANA Y, EN SU RESPUESTA AL RADICALISMO DE ESE PROTOLIBERALISMO EN FRANCIA, A VERDADEROS RECORTES -DECAPITACIONES.
Workers of the World, Unite!
¡Reciprocidad! ¡Repatriación! ¡Revolución!
Monday, 30 April 2012
Francia y Cortijo-España
Ruina Liberal, Deportación Laboral y Revolución.
Los sensacionales avances del Frente Nacional (FN), han regenerado el papel de Francia como tierra del clasicismo político, enviando devastadores temblores cuasi-revolucionarios por la espina dorsal de la repugnante oligarquía liberal que explota y se defeca en los trabajadores franceses y europeos. Con un 18% de los votos del hastiado electorado francés, el FN se ha alzado con el arbitraje de la podrida situación en Francia y forzado a los candidatos del capital, conservadores y socialtraidores por igual, a hablar del trabajo, es decir, de la inmigración endófoba y liberal utilizada para destruirlo. Tanto es así que, la canalla liberal, no ya francesa, sino alemana y europea, se despedaza entre sí para ofrecer sedantes, analgésicos y atenuantes contra la desastrosa globalización que ella misma ha organizado.
Desde un punto de vista revolucionario, el éxito electoral de la protesta y descontento ciudadanos, siempre conlleva el riesgo contrarrevolucionario del 'socialreformismo', en el que el capital, embriagado por sus últimas y abrumadoras victorias, pero agobiado por un malestar popular que cala hondo, ralentizaría momentáneamente sus avances para evitar un estallido social ya que, la preservación del status quo, es claramente favorable a la explotación. Sin duda, Francia a pesar del chantaje exterior de una Alemania rapaz y ultraliberal, se ve abocada, bajo el peso de una parte considerable del electorado, hacia una situación reformista semejante, ya sea a manos del bonapartismo sarkozista o del hollandismo socialtraidor.
En Cortijo-España, la mansedumbre de la población, la deseconomía ladrillera y corrupta del 'slash and burn', la expulsión de millones de trabajadores nativos al exterior y su sustitución por extranjeros, así como el fanatismo liberal de la caciquía nacionalcatólica necesario para el saqueo y despojo de una población indefensa, impediría la recaída en un 'socialreformismo' local, empujando a los explotadores a una carrera depredadora que, por el momento, solo puede encontrar sus límites en el exterior, es decir, en una Europa temerosa de un estallido revolucionario que podría extenderse con rapidez por el continente y allende los mares. Afortunadamente, los caciques cortijero-españoles no pueden parar su sistema de saqueo y despojo (aunque, quizás, podrían ser obligados a hacerlo por Francia e incluso Alemania), haciendo de Cortijo-España un caldo de cultivo de la revolución que solo espera su partido dialéctico para actualizarla.
Workers of the World, Unite!
¡Reciprocidad! ¡Repatriación! ¡Revolución!
Sunday, 29 April 2012
Subscribe to:
Posts (Atom)