La pantomima de los impuestos contra los ricos puesta en marcha por los renegados socialistas franceses, esa comedia de 'errores' fiscales y legislativos, parte del cotidiano fraude electoral de la socialdemocracia universal que se juega frente al despreciado y despreciable populacho, ha encontrado su necesario complemento de intérpretes entre la canalla de actores y saltimbanquis del soporífero cine francés y la corrupta oligarquía de mercaderes.
No deja de ser curioso y, sin duda, un signo de los esclavizados tiempos en que vivimos, que esa chusma liberal, en su supuesta y precipitada huida a Bélgica y otros paraísos crematísticos, no haya pedido el permiso o, siquiera la opinión, de los nativos concernidos e imponga su glotón y detestable trasero, sobre las castigadas espaldas de los trabajadores del desafortunado lugar de su elección.
Sin embargo, lo más gracioso de este cruel entremés contra los paganos de siempre (suponiendo que no forme parte de la misma comedia), es el penoso y tortuoso ridículo al que se ha expuesto el putrefacto régimen de la oligarquía rusa. Un régimen que se desenvuelve entre la caída libre hacia la sangrienta depravación absoluta y el hazmerreír universal, como demuestran el apoyo a la oligarquía siria o su culpable, impotente, cobarde y esperpéntica respuesta a la ley Magnitsky de los EEUU.
Risa, dolor y pena, se confunden al contemplar la arbitrariedad del ruso, el despotismo y la chabacanería de un nuevo Zar que regala pasaportes entre amigos y conocidos, como un cura reparte perdones y agua bendita. La 'Nueva' Rusia medieval, servil y mafiosa, se convierte, una vez más, en enemiga de la humanidad trabajadora o la humanidad 'tout court'. 'Araña a un ruso y encontrarás a un tártaro', solía decir Napoleón, aunque, quizás, se le olvidó precisar, 'a un oligarca ruso'...
¡Caciques al GULAG!
Workers of the World, Unite!
¡Reciprocidad! ¡Repatriación! ¡Revolución!