Por qué el hiperparo no ha provocado en Cortijo-España un estallido social.
Con un 30% o más de desempleo, según las viciadas y adulteradas estadísticas de la podrida caciquía antipatria, mucha gente se pregunta por qué en Cortijo-España no se ha producido un estallido social que acabe fusilando a la repugnante oligarquía que arruina a la nación. Para entender esta 'anómala', aberrante y vergonzosa situación, deshonra e ignominia del abyecto pueblo cortijero-español, es necesario considerar varias causas.
En primer lugar, nunca ha de olvidarse que este nefasto régimen se asienta sobre mares de sangre y montañas de cadáveres que, desde la Guerra Civil, aún yacen en las cunetas o bajo los ladrillos que ahogan la deseconomía caciquil. El exterminio, represión y deportación de gran parte de los mejores o, al menos, de los más avanzados elementos de la nación, durante 70 años, han tenido como consecuencia la creación de un tipo de 'español' que es la viva imagen de la horripilante caciquía que nos destruye: cobarde, pacato, futbolero, bullanguero, reprimido, meapilas, liberal, pedante, iletrado, corrupto, etc, etc... no solo entre el populacho más bajo, sino lo que es aún peor y más bochornoso y despreciable, entre las supuestas élites políticas, sociales, económicas e 'intelectuales', las mismas que se supone deberían dirigir una nación hoy inexistente, hacia el progreso y la democracia.
En segundo lugar y como consecuencia directa de lo anterior, es decir, de la cobardía e ignorancia de un pueblo engañado y abandonado por sus 'líderes' e incapaz de defender su propia cohesión social, Cortijo-España está saturado de inmigrantes, importados, deliberadamente y con dinero público, durante años por la vil caciquía y sus lacayos (en forma de iglesias, oo.nn.gg, abogados y demás exaltados), para pulverizar los pocos y bajos salarios y condiciones de los que disponían los trabajadores nativos. Esto ha permitido la segmentación o laminación brutal de la clase trabajadora, institucionalizando, promoviendo y protegiendo el esquirolismo más extremo y la paz social, bajo las diferentes y numerosas amenazas a las que se ven sometidos los trabajadores extranjeros, que forman un considerable porcentaje de las estadísticas de desempleo (1.300.000 según algunas cifras, seguramente más).
En tercer lugar, el famoso y consabido colchón familiar de las sociedades subdesarrolladas, es decir, el 'comunismo' familiar, matriarcal o patriarcal y que vive de las rentas laborales de los progenitores, sigue absorbiendo, como una esponja insaciable, el paro de gran parte de la población. En el pasado, Cortijo-España pudo asimilar cifras de más de un 25% de paro permanente (unos 2.000.000 de parados), sin protestas dignas de mencionarse. Hoy, con un 27% o un 30%, la diferencia ha desencadenado un amago de protesta liberal, naif, difusa y descabezada, pero que no termina de cuajar entre la población. La pregunta es, por tanto, dónde está el límite de desempleo y desidia que, supuestamente, podría hacer estallar el régimen de explotación o, incluso, si ese límite existe, si es solo una cuestión de desempleo masivo.
Tampoco hay que olvidar la válvula de escape que supone para el régimen la emigración y deportación masiva de jóvenes (y no tan jóvenes), especialmente de los más cualificados, al extranjero y, por consiguiente, su eliminación, física, político-económica o social, de la guerra de clases librada dentro de Cortijo-España.
Además, otros factores materiales, ideológicos y organizativos, como el Estado policial caciquil (con una de las mayores tasas de policías por habitante) o el papel de los sindicatos y partidos políticos obreros o, más bien, su ausencia, sabotaje, infiltración y domesticación (algo especialmente importante en una situación de crisis), tienen una importancia crucial a la hora de administrar el descontento y la sumisión a una oligarquía que, afortunadamente, persiste en su viaje a la distocia liberal.
¡Caciques al GULAG!
Workers of the World, Unite!
¡Reciprocidad! ¡Repatriación! ¡Revolución!