El feminismo no es marxismo y no puede serlo, pues no busca ni la igualdad ni la liberación de los trabajadores, sino su división en sexos y la supremacía de clase de unas mujeres que son explotadoras o colaboradoras de los explotadores. La fuerza del feminismo actual se basa en el apoyo masivo, material, ideológico y mediático, de unos caciques que han encontrado en la guerra de sexos un factor fundamental de división de la clase obrera y de sustitución de la guerra de clases. El feminismo es, además, un apéndice del inmigracionismo, movilizado por los explotadores para ocultar la invasión inmigracionista, desviar la atención de los trabajadores y fomentar reyertas entre ellos, mientras la importación de mano de obra barata y esclava se lleva a cabo con impunidad para pulverizar los salarios, las condiciones de vida y los avances creados por las luchas marxistas del pasado.
comité espartaco