La caciquía intenta reactivar a la izquierda para continuar su dominio y explotación.
La rama PSOE del PPSOE, se ha lanzado a una desesperada operación de relaciones públicas y propaganda para recuperar el liderazgo, control y subyugación de la indignación popular ante el desgobierno y saqueo de la nación trabajadora, la única nación. Los nuevos caretos de la pijo-progresía más repugnante y la retórica pseudo-revolucionaria de los delfines y lacayos de los sempiternos caciques, dan fe de la angustia y preocupación de una oligarquía que se enfrenta a la, cada vez más real, posibilidad de un estallido popular en el que las gloriosas guillotinas retomen su famoso balanceo.
Sin embargo, a juzgar por las reacciones de la población y la vejación, escarnio y expulsión de los hipercorruptos de manifestaciones y protestas, el habitual truco del almendruco de la vil caciquía, no ha funcionado y el pueblo, hastiado, pero aún descabezado, desorganizado y confundido, intuye la revolución.
No cabe duda de que la próxima maniobra de la canalla caciquil, será la movilización de la siguiente izquierda en el espectro político burgués y su hermano siamés, la ultraderecha, así como de los sindicatos verticales y traidores, para intentar la canalización o amedrentamiento del malestar y su eventual destrucción.
Pero, el simple hecho de que se haya forzado a los caciques a movilizar sus asquerosas izquierdas y su retórica 'revolucionaria', demuestra un avance significativo en el camino de la revolución, pues esas izquierdas (y derechas), tendrán que luchar en el campo de batalla de la guerra de clases, donde se arriesgan a ser destruidas por los trabajadores.
El proceso revolucionario está en marcha y, como siempre, ha comenzado con la auto-crítica, la crítica, purga y destrucción de la izquierda, esa forma de existencia de los explotadores en el seno de la clase obrera.
La rama PSOE del PPSOE, se ha lanzado a una desesperada operación de relaciones públicas y propaganda para recuperar el liderazgo, control y subyugación de la indignación popular ante el desgobierno y saqueo de la nación trabajadora, la única nación. Los nuevos caretos de la pijo-progresía más repugnante y la retórica pseudo-revolucionaria de los delfines y lacayos de los sempiternos caciques, dan fe de la angustia y preocupación de una oligarquía que se enfrenta a la, cada vez más real, posibilidad de un estallido popular en el que las gloriosas guillotinas retomen su famoso balanceo.
Sin embargo, a juzgar por las reacciones de la población y la vejación, escarnio y expulsión de los hipercorruptos de manifestaciones y protestas, el habitual truco del almendruco de la vil caciquía, no ha funcionado y el pueblo, hastiado, pero aún descabezado, desorganizado y confundido, intuye la revolución.
No cabe duda de que la próxima maniobra de la canalla caciquil, será la movilización de la siguiente izquierda en el espectro político burgués y su hermano siamés, la ultraderecha, así como de los sindicatos verticales y traidores, para intentar la canalización o amedrentamiento del malestar y su eventual destrucción.
Pero, el simple hecho de que se haya forzado a los caciques a movilizar sus asquerosas izquierdas y su retórica 'revolucionaria', demuestra un avance significativo en el camino de la revolución, pues esas izquierdas (y derechas), tendrán que luchar en el campo de batalla de la guerra de clases, donde se arriesgan a ser destruidas por los trabajadores.
El proceso revolucionario está en marcha y, como siempre, ha comenzado con la auto-crítica, la crítica, purga y destrucción de la izquierda, esa forma de existencia de los explotadores en el seno de la clase obrera.
¡Caciques al GULAG!
Workers of the World, Unite!
¡Reciprocidad! ¡Repatriación! ¡Revolución!