El brutal crecimiento demográfico de las últimas décadas en España, ha sido alcanzado con la importación de estructuras demográficas y problemas tercermundistas y, necesariamente, ha agravado los retos que pretendía solucionar, como la financiación de las pensiones o la repoblación de zonas despobladas. La inmigración masiva y descontrolada, que posiblemente llegue ya a un 30% de la población, solo ha sido el instrumento de una reforma laboral permanente que ha pulverizado los salarios, agravado el problema de la vivienda, incrementado la criminalidad y reducido los niveles de vida en general, destruyendo la cohesión étnica y cultural de los españoles y debilitando su resistencia a la explotación y la corrupción. Además, la inmigración masiva y descontrolada, que está altamente subvencionada, pues de otra manera no podría mantenerse, ha sido un factor importante en el continuo incremento de una presión fiscal que impide el desarrollo de la economía española.
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