Sunday, 8 July 2012

Nacionalfutbolismo








De la politización del fútbol a la futbolización de la política. 


Si la guerra es la continuación de la política por otros medios, el fútbol es la continuación de la guerra por otros medios, cuya finalidad, hoy en día, no es otra que la de impedir la transformación de la propia guerra en guerra civil o guerra de clases. 


La proyección de las tensiones políticas y militares en el campo de fútbol o en la arena deportiva en general, adquirió una virulencia inusitada durante la Guerra Fría, cuando los contrincantes encarnaban las virtudes de clase en una confrontación global, permanente e integral entre el Trabajo y el Capital. 


Así, por ejemplo, no es casualidad que el fútbol total, el tiki-taka del que hoy hace gala la selección de Cortijo-España con tanto éxito, sea el producto deportivo e intelectual del bloque socialista, especialmente del proletariado húngaro y su selección nacional (dirigida por un obrero y sindicalista, G. Sebes), que introdujo este sistema de juego en los años 50, ganando con ello el título de los Magiares Magníficos o el Equipo de Oro. 


Los subsecuentes refinamientos y modificaciones del fútbol total a manos de otros equipos y selecciones, especialmente las de Holanda, Dinamarca o Cortijo-España, solo demuestran la superioridad de los conceptos marxistas, socialistas y comunistas, de hombre total, que desarrolla al máximo sus posibilidades físicas e intelectuales (percepción espacial y temporal) y es capaz de actuar con eficacia y creatividad en cualquier posición en el campo de 'batalla', manteniendo la estructura y la coordinación del grupo en un verdadero esfuerzo de equipo.  


Sin embargo, la derrota de la URSS y del campo socialista, modificó la naturaleza de la confrontación deportiva, transformando el duelo político, económico, militar e ideológico, en una demostración chovinista liberal, volcada en la prevención de la guerra de clases y, como tal, dirigida hacia la enajenación circense característica del Imperio Romano, en la que un populacho embriagado, interclasista y vertical, intenta evadirse de la explotación, exacción y tedio de la vida diaria, con una dosis ininterrumpida de encuentros sin sentido. 


El fútbol, hipertrofiado, consume así las energías bélicas y de clase de la población, adquiriendo una finalidad propia y absoluta, extendiendo su autoridad sobre toda la vida social y política y creando una inversión dialéctica que garantiza la supervivencia de las relaciones de explotación y dominio. El fútbol no vive para la nación, sino que la nación vive para el fútbol.


N.B: Censurado en elpais.com y kaosenlared.net


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