La caciquía amenaza con más violencia, coacción y represión.
Acosada por su propia incapacidad y esterilidad productiva, intelectual y moral y superada por una tecnología completamente extranjera más allá de su control, la caciquía, echando espumarajos de rabia por la boca, intenta apagar internet y burlar la era digital con nuevas medidas legales, ilegales y paralegales de unas instituciones secuestradas, corrompidas y tiranizadas bajo su régimen parasitario.
Si a pesar de sus desgobiernos despóticos, caníbales y atávicos, a pesar de sus torturas, asesinatos, represiones, masacres y prohibiciones, Túnez, Egipto, Libia, Yemen, Siria y los que vengan, no han sido capaces de evitar las necesarias consecuencias revolucionarias de las tecnologías de la comunicación, es decir, de la proletarización global, de la unión e interacción entre los trabajadores del planeta, es difícil imaginar cómo, la canalla caciquil que desgobierna Cortijo-España, podría esquivar los golpes, bofetadas y patadas electrónicas que se avecinan, a no ser que, como parecen estar contemplando en sus atrofiadas mentes feudales y reaccionarias, intenten la interrupción del suministro eléctrico, la recreación de una nueva Muralla China Electrónica o la quema de ordenadores, cámaras, personas y demás artilugios modernos en aquelarres y piras nazifascistas, como ya hicieron en el pasado, a lo largo de su depravada historia y, especialmente, tras la Revolución Francesa o la Guerra Civil.
Afortunadamente, el genio ya está fuera de la lámpara, por lo que cualquier censura o medida represora de la chusma caciquil, cualquier destrucción de la poca libertad de expresión que existe, solo servirá como modelo para su propia represión, para su propio amordazamiento, para su propia tortura y eliminación política. La represión de los caciques es solo un adelanto de su propia miseria, un aperitivo de lo que sufrirán ellos mismos pues, es casi seguro que, en el GULAG no habrá internet.
¡Caciques al GULAG!
Workers of the World, Unite!
¡Reciprocidad! ¡Repatriación! ¡Revolución!
