Friday 11 November 2011

POR LA DEVALUACION DEL DINERO Y LA REVALORIZACION DE LA INDUSTRIA, EL TRABAJO Y EL ESTADO DEMOCRATICO

Autor: Raf Enomao para el ECP

La ideología de la división de poderes ha secuestrado, durante las últimas décadas de neoliberalismo, el poder soberano de las naciones sobre su elemento más vital, la economía. Quien maneja la política monetaria domina, en último término, toda la economía. En el triste período neoliberal, este dominio lo ejercen los bancos centrales y el BCE en la cúspide financiera con las políticas monetarias, aunque en el sentido primordial de prevenir la inflación y asegurar la división de poderes, esto es, con el doble fin de, primero, asegurar que el régimen económico se basa en la mitología de la curva de Laffer o economía de la oferta; y segundo, que los estados no convergen en intereses económicos con sus poblaciones mayoritarias, asalariadas o no capitalistas, marginando a los sectores financieros privados, oligárquicos. Estos últimos, en el régimen que denominan de "libre mercado", cortocircuitan lo esencial de la colusión entre estado y sociedad para convertirse en usureros por cuenta propia sobre los recursos de Estado y sociedad civil, mediante la separación de los bancos centrales de los Gobiernos electos y su fijación anti-inflacionista.

Nótese, sin embargo, que la vigilancia anti-inflacionista no es un dogma real, sino un fraude neoliberal como cualquier otro de sus muchos: Durante los meses que siguieron a la caída de Lemann Brothers y el sistema financiero privado, el BCE y los BBCC locales no tuvieron ningún reparo en inundar los mercados de dinero barato para los bancos de comercio en bancarrota -lo que condujo a otra burbuja y crisis inflacionista en precios de combustibles, como denunció la OPEP-, en flagrante contradicción con la elevación de los tipos de interés por Trichet... Lo mismo cabe decir del temor a la irresponsabilidad y al laxismo del supuesto exceso de gasto público que esgrimen los ortodoxos: A través del sistema de BBCC, desde la crisis, se empleó un 30% del PIB europeo para devolver la solvencia a un sistema financiero privado absoluta e inmoralmente irresponsable y laxo con su endeudamiento y riesgo inversor disparatado. Es el sistema financiero privado, los mercados y la economía desregulada la que comete las fechorías más impunes y abusivas contra lo público y los contribuyentes…

Con o sin inflación, por tanto, el diseño neoliberal de los BBCC está supeditado a los mercados. Incluso la excusa del temor histórico de una Alemania que experimentó la hiperinflación en los años 20 es ridícula: los BBCC, igual que impulsan la inflación monetaria, pueden acabar con ella en cuanto lo decidan, porque el mecanismo deflacionista pasa por esa misma prerrogativa emisora, además de por otros mecanismos críticos, como la fijación de tipos de interés, con capacidad acomodaticia. Los que pretextan la hiperinflación histórica de la Alemania de posguerra para cercenar la opción inflacionista de los BBCC no parecen entender nada de estas instituciones reguladoras, o argumentan de mala fe, o ambas cosas. Por supuesto, se desentienden del contexto de los años 20, cuando el liberalismo clásico todavía era hegemónico y los Estados, muy burgueses, con poco gasto social y, relativamente, intervención económica, se resistían a endeudarse o a subir impuestos –tal y como explicó Keynes. Pero, aún hubo una razón más práctica: Alemania era exprimida sin piedad por las potencias vencedoras que exigían reparaciones abusivas. La manera más eficaz y diplomática de burlar el saqueo de los vencedores fue dar vía libre a la hiperinflación. Cosa que, por cierto, benefició al país con aceleración de la industrialización en esos tres años –si bien, debido a que el Estado alemán defendía los intereses capitalistas, no aplicó medidas compensatorias para evitar que los banqueros y especuladores explotasen la riada de marcos.

La inflación monetaria es una decisión política, se puede controlar –no es inflación de otro tipo, de la demanda o de costes... Además, analistas como Krugman recuerdan, con toda lógica, que más moneda no genera inflación en una economía recesiva. En realidad, es lamentable comprobar que los defensores del liberalismo y la economía de la oferta no comprenden los mecanismos del libre mercado, que conducen por sí solos, sin medidas acomodaticias, al ajuste de precios cuando hay un exceso de flujo, aunque, eso sí, con estímulo de generación de riqueza de por medio cuando el dinero privado, por sí mismo, se niega a salir de sus nichos decrépitos.

Es falso que las finanzas públicas sean incapaces de superar el sobreendeudamiento y el gasto excesivo. Los BBCC, al comprar deuda pública directamente, según las necesidades de los mercados, no gastan dinero ficticio que obtienen de poner a trabajar una impresora sin más. Si se desea que el dinero que emiten financiando el gasto público sea realmente valioso y eficaz para los intercambios económicos, los estados beneficiarios de esa financiación deben pagar intereses, por lo común derivados del fisco sobre la sociedad. Es, en último término, la sociedad que crea valor, la que paga el gasto de los estados que se financia con emisión dineraria de los BBCC. Pero esta relación directa no es tolerada por los capitalistas o especuladores financieros privados, que desean llevarse una buena tajada, cuanto mayor mejor, monopolizando la deuda del estado y derivando ese plus aportado por el trabajo del contribuyente, a través de los intereses de la deuda pública.

Unos BBCC al servicio de la democracia, convertirían a los usureros, a los mercados especuladores financieros, en criaturas prescindibles. A esto se negaron en los años 70, mediante el sabotaje de la economía, creando desempleo y desinversión, y evitando que los estados democráticos dieran el salto a la economía socializada con la involución conservadora. Es tiempo de volver a revisar el derrotero miserable que tomó Europa en los 70, y con ello un modelo de integración del que Delors fue, apenas ya, el último representante.

Raf Enomao
ECP 2011

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European Communist Party

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