Tuesday 9 April 2013

Thatcherismo trilero



Los trucos contables del liberalismo.

Entre la canalla caciquil y explotadora, la 'reducción' del gasto público, esa filfa, ficción y patraña del mercantilismo liberal, pasa por dogma del desarrollo, la libertad y la felicidad humanas. Sin embargo, los efectos de las drogas, gritos y alucinógenos del mercachifle gañán, nunca han podido ocultar que la utopía liberal no es más que una distocia, una verdadera parida caciquil. 

Así, no es cierto que el thatcherismo, esa supuesta versión ultra del liberalismo capitalista, haya conseguido reducir el 'gasto público' o, al menos, no significativamente. Un vistazo a las series temporales e históricas del gasto público y su desglose desde 1948 en el Reino Unido, muestra que la tan cacareada reducción del gasto público, tiene más bien el carácter de reordenación e ilusión, fuertemente ligada a la situación coyuntural (e.g. Superación de la crisis del petróleo, etc...) y, en cualquier caso, de un efecto trilero momentáneo, basado en el choque inmediato producido por la venta y saqueo de la propiedad pública, el fuerte aumento del paro (y el consiguiente aumento del gasto de la seguridad social), el incremento de los movimientos migratorios, la reducción de inversiones o premeditada desinversión (sabotaje de empresas públicas), etc, etc, etc... 
(ver http://www.guardian.co.uk/news/datablog/2010/oct/18/historic-government-spending-area y http://www.guardian.co.uk/news/datablog/2010/apr/25/uk-public-spending-1963

Las 'reformas' de la Thatcher, consiguieron redistribuir el gasto público, aún más, en favor de los explotadores, los principales beneficiarios de un estado sufragado por los trabajadores, del que dependen totalmente y con el que mantienen una relación parasitaria multifacética (subsidios, becas, impuestos, ayudas, tráfico de influencias, regalos, rescates, consumo, alquileres sociales, etc, etc, etc...). Un estado que las oligarquías dicen odiar, pero al que deben su existencia de manera directa (protección policial y militar) o indirecta (subsidios y gastos sociales) y sobre el que descargan sus externalidades sin pudor. 

Además, irónicamente, aunque no sorprendentemente, el thatcherismo supone un ataque brutal, directo e indirecto, contra el individuo, ya que descarga sobre este, cual idiota, gran parte de los costes de privatización de empresas que eran de su propiedad (agua, electricidad, gas, transporte...) e, incluso, le expone a un mayor riesgo de desaparición física y mental, a través de horarios laborales más extensos e intensos (aunque quizás no tan productivos), la mayor competición entre trabajadores, la emigración, la inmigración, el esquirolismo institucionalizado, la destrucción de sindicatos y condiciones de trabajo, el aumento de accidentes laborales, el deterioro ecológico, la relajación de controles de todo tipo (las epidemias de vacas locas y glosopeda fueron consecuencia directa del thatcherismo), el aumento de accidentes en el transporte (ver las masacres en los privatizados trenes ingleses), guerras imperialistas y un sin fin de otros peligros. 

El thatcherismo, no es ni reformismo, ni revolución, sino la enésima reordenación y redistribución del Erario Público entre los explotadores. La enésima acumulación primitiva de un capitalismo insostenible sin un gasto público que es pagado por el trabajo y transformado, devorado, por el capital.

¡Caciques al GULAG!
Workers of the World, Unite!
¡Reciprocidad! ¡Repatriación! ¡Revolución!