Saturday 1 October 2011

DE LA CUNA A LA TUMBA DICEN LOS PATRONES, PUES VAMOS ALLA

Autor: European Communist Party

Muy grotesco el juego de palabras y contradicciones. Esa deducción también es una subvención, porque es dinero que deja de ingresar el Estado y debe recortar de sus presupuestos. Dinero que pertenece a la nación y que puede utilizar en sus inversiones propias o en su favor.


Los podridos desean que el sujeto aprenda a ser empresario (es decir, un emprendedor responsable, un cicatero capitalista) desde la cuna a la tumba. Pero se indignan cuando convertidos en contables capitalistas nos preguntamos si ese dinero que nos quitan los podridos para dárselo a los empresarios no sólo se transformará en ingresos públicos a través de los impuestos generados por el mayor estímulo inversor privado… sino en intereses y primas de riesgo y otras tasas con las que cualquier capitalista o banquero negocia sus créditos. De hecho, ni siquiera es un crédito, sino una gabela cojonuda a fondo perdido. No cuadra tratarnos de altruistas de negocios ajenos, de social-demócratas imbéciles y, a la vez, pretender que entremos en el juego canalla capitalista en masa.

Los podridos se pasan todo el día con la letanía de que "el Estado no es el que crea empleo, sino los empresarios", y ahora nos vienen con la subvención (negativa) del empleo con dinero del ESTADO para beneficio de los empresarios. Los podridos nos afirman solemnemente que el Estado no está para sustentar el bienestar de la población (lo cual es anti-constitucional, puro antisistema del más perrofláutico), sino para promover el empleo y que las subvenciones son yuyu, despilfarro maligno...

Por supuesto, así tal cual, uno se imagina que la valentona intención es suprimir impuestos y Estado, coste para los supuestos inversores, etc., pero no… Se trata de sufragar, subvencionar, atención, el bienestar del pequeño empresario (parte minoritaria de la población), incapaz de sostener su negocio y beneficio en el sistema de libre mercado. Pero, ante todo, la contradicción es flagrante: si el Estado no crea empleo según estos raro-liberales y el Estado no debe despilfarrar o subvencionar, y además asegurar el empleo, ¿cómo los podridos nos sueltan ahora que el Estado debe gastar y además crear el empleo que se supone función del empresario?

Esto sin meterse en que las PYMES crean, según los datos, ciertamente, el 89% del empleo… pero que, en tiempos de bonanza, también el 87% de parados. Ahora en crisis no crean más parados porque es imposible. Y sin meterse en que España no precisa pepetuar una "industria" ineficiente, microfamiliar y caduca, con apenas valor añadido, sino invertir en grandes proyectos productivos, internacionalmente competitivos, globalizados y de gran valor añadido e i+d. Vean el Santander, lleno de accionistas, pujante en todo el mundo, orgullo de los podridos... Pero ellos, a la hora de la verdad, con sus artesanos mercachifles.

Los podridos están contra la función pública. Para ellos, sobran funcionarios por todas partes. Sin embargo, están convirtiendo en funcionarios a los empresarios, con tanta desgravación y deducción. Los podridos no quieren eliminar funcionarios públicos, sino meter en el funcionariado a sus votantes empresarios y patrones de todo tipo más oposición que tener capital inversor (a medias con el Estado). Quieren institucionalizar la función del empresario, por supuesto sufragada por el asalariado, porque está visto que en el libre mercado no se comen una rosca.

Pero, si aspiran a financiar el negocio que el privado no puede por sí con pasta del asalariado, equivale a transferir la impotencia privada para subsistir al trabajador, por lo que, aunque se le dé más empleo, tendrá que asumir esta incapacidad artificial, transferida, ajena. Esto es, vivirá por debajo del límite de subsistencia, pagando con su carne y salud el derecho a empleo precario. De ahí que, todas estas medidas, se complementen con la intención de los podridos por una nueva reforma laboral más anti-asalariados, con que se asegure que los trabajadores no pueden transferir el coste de las deducciones/subvenciones (recorte de salarios en forma de menos servicios públicos) a los empresarios. Sin limitar la capacidad reivindicativa de los trabajadores, las deducciones serían recuperadas forzando al empresario a invertir en productividad genuina, en valor añadido. La reforma laboral hace recaer la productividad que se necesita urgentemente sobre la fuerza de trabajo y la población sin capital, y no sobre el capital en forma de inversión tecnológica, salarial y organizativa.